Los más viejos del lugar recordarán aquella
serie llamada en España “Canción triste
de Hill Street” que durante varias temporadas (creo que del 81 al 87)
hicieron las delicias de los que ahora nos manejamos entre los 50 y 60. Incluso
los cuarentones también recordarán al Capitán Furillo, la letrada Davemport, a
Renko, LaRue o Belker, entre muchos otros emblemáticos personajes, sacando
adelante con más pena que gloria pero con un indudable mérito, el agitado y
efervescente día a día de la Comisaría de la Calle Hill.
Era una serie brutal, de las de antes,
con unas interpretaciones magistrales y, por supuesto, con una consistente carga
dramática. De ahí lo de “canción triste” (a modo de descarnado blues). Sin
lugar a dudas de ms favoritas entre las series ochenteras. Ahí les dejo la
intro, para que se regodeen en el recuerdo los que puedan y al menos sepan de
qué va los que no la conozcan.
El
Atleti, como pasaba en esa comisaría, siempre se ve abocado al drama aun a
pesar de estar atravesando una de las etapas más fructíferas deportivamente
hablando. Ya no es
perder dos finales de Champions en tres años contra el eterno rival, ya no es
la tremenda forma en que se perdieron, tan injusta, tan cruel. Eso es casi
anecdótico comparado con el hecho de que el
Atleti vive permanentemente y desde hace ya casi treinta años una “canción
triste de Gil Street”, si me permiten el paralelismo. Primero con el padre
y ahora con el hijo, con Cerezo desde el principio de los tiempos como
cooperador necesario, como cómplice con mayor papel del que nos imaginamos, al
menos en lo que a las relaciones institucionales se refiere. Ahí se mueve como
pez en el agua, maneja el timón dándole mil vueltas a Jack Sparrow.
Cuando nos eliminó el Albacete en Copa en
el albor de las Navidades de 2011, negros nubarrones con recuerdos de épocas no
muy lejanas se cernían sobre la parroquia colchonera. Pero el nuevo año y en
gran parte el azar, nos trajo a un hombre que volvía a su casa empeñado en
devolvernos todo el amor que la afición le profesaba. Un tipo que se empecinó en rescatar de un
polvoriento rincón perdido en cualquier almoneda del Madrid castizo o, quién
sabe si de algún anticuario de la calle Barquillo, lo que un día se denominó el
Glorioso Atlético de Madrid. Él lo había vivido en 1996, pero solo fue a modo
de nadar para morir en la orilla tres años después. Ahora se trataba de
mantener la Gloria intacta por unos cuantos años. De sacarnos de la mediocridad
y el hastío quizás para siempre, devolviéndonos al lugar que históricamente nos
correspondía.
Justo cuando una prestigiosa revista inglesa
independiente llamada “Four Four Two”, designa a nuestro héroe, Simeone, como mejor
entrenador del mundo y le denomina el Steve Jobs del fútbol, era cuando todos
pensábamos que Gil Marín iba hacer honor a tan justo nombramiento, que ya le
había sido birlado por los medios y las instituciones en pasadas temporadas.
Es más, las arcas del Club rebosaban de
euros derivados del formidable incremento de ingresos deportivos y televisivos
y teníamos un segundo accionista que era el chino más rico del planeta. La cosa
apuntaba a que las aspiraciones del Cholo de hacer una plantilla para pelear
por todo en las mejores condiciones de competitividad e intentar mantener al
Club en el cuarto puesto del ránking europeo, se iba a hacer por fin realidad. Sin
embargo cualquier apuesta de crecimiento y consolidación deportiva en la élite
se choca con el cerebro frío y calculador de Gil Marín, que además tiene la
nefasta y dudosa aptitud de envilecer todo lo que toca.
Simeone pide el regreso de Diego Costa y
el fichaje de Gaitán como prioridades y el argentino pronto aterriza en nuestras
filas. La mayoría de la afición se relamía –también tiene sus detractores, no
lo vamos a negar- con la vuelta del de Lagarto. Además pedía un lateral derecho
y un interior con toque y pegada. Llega Sime. Y se para todo. Carnaza para unos
medios faltos de credibilidad que de 65 nombres manejados han acertado en tres,
según el estudio realizado por el avispado y concienzudo tuitero y bloguero
Jorge García :
Pero los días pasaban y el ansiado Costa no
llegaba. Tampoco merece la pena recordar todo el proceso, muy doloroso para el
Cholo y para los que entendemos que solo Costa es el 9 perfecto para este
equipo. No es este el debate que toca ahora. Lo que procede, una vez cerrado el
mercado, es analizar si Gil Marín en algún momento tuvo intención de fichar a Costa. Yo mantengo que no. Que todo
fue un paripé y un engaño hasta que el Cholo se dio cuenta con el correr de los
días y exigió un delantero de una vez por todas. Y entonces se cerró con
prontitud a Gameiro. Cuando le peguntaron por el galo lo primero que hizo
Simeone fue hablar de Costa. Pero a
pesar de dejar el recado fue muy respetuoso con Kevin y mintió piadosamente
diciendo que era la segunda opción. Sabemos ahora que no. Que no era ni la
cuarta ni la quinta como se podía pensar, sino que era la única opción, porque
Gil Marín nunca tuvo en mente gastarse una millonada en un jugador que no
tuviera un reintegro económico. Y Costa o Cavani, por hablar de otro jugador al
parecer “tocado” ya no tenían trazas de suponer un rendimiento económico, salvo
en títulos, eso sí. Pero en cualquier caso algo no garantizable y que tampoco
supone una diferencia abismal de dinero. Es más la diferencia se la pueden
llevar por delante las primas a satisfacer a los jugadores en caso de resultar
campeones. Cuidado, yo no digo que Gil Marín no quiera ser campeón. Digo que lo
quiere ser a su modo y no pasa por poner dinero. Nunca lo puso, muy al
contrario, el saqueo y la despatrimonialización del Club es evidente. Por más
que se nos quieran vender todo tipo de fuegos de artificio.
Ya lo advirtió Gil Marín al interpretar
su blues desafinado en un bochornoso publirreportaje que le dedicó la web de la SAD:
"Todos
en el club somos ambiciosos y exigentes, queremos competir al máximo nivel y
ganar. Pero debemos analizar si podemos competir con los más grandes de manera
permanente con nuestro nivel de ingresos. Debemos plantearnos qué club queremos
tener y qué club podemos tener"
Esto fue un claro aviso que la afición,
entusiasmada por la grandiosa temporada –a pesar del milanazo- e ilusionada
ante el futuro, no supo interpretar. El Cholo, engatusado por los cantos de
sirena, posiblemente tampoco. Pero Gi Marín, ya tenía decidido que solo
gastaría el dinero justo para apuntalar la plantilla, dando una de cal y otra
de arena si fuera preciso. Y fichó al deseado Gaitán por 25 kilos (mucho más
asumibles que los 35 de la temporada pasada) pero no al ansiado Costa, por el
que el Chelsea le pidió lo mismo que les costase a ellos Lukaku, algo
impensable para el esquema financiero de Gil Marín. Ni se lo llegó a plantear a
pesar del infructuoso empujón del Cholo en Argentina.
En este orden de cosas, nos encontramos
con que la diferencia entre ventas y cesiones y compras en este mercado es de
unos 15 millones de gasto, según el maestro Rubén Uría:
En este cuadro no se contabiliza la
operación de Jackson Martínez que, en consecuencia, se imputa a la temporada
anterior, en la que el beneficio por operaciones de compra y venta se antoja
jugosísimo y que desde luego no ha sido empleado en las compras de este
ejercicio, por mucho que Cerezo se llenara la boca en decir que así sería. Ya
sabemos que mienten más que hablan y sus lacayos de los medios de comunicación les facilitan la labor, con tal de preservar su indigna cuota desinformativa o cualquier otro tipo de prebendas.Leerán ustedes a diestro y siniestro que el Atlético, un año más, es de los que más ha invertido de Europa, lo cual resulta grotesco si tiras de calculadora o simplemente sabes sumar y restar. No se dejen engañar, para Gil Marín la palabra gastar no existe en su diccionario.
El panorama deportivamente no es tan
halagüeño, más allá de estos dos empates que no son ningún drama –pero sí un
toque de atención- con la temporada recién empezada. En España, Barça y Real
Madrid han apuntalado sus megaplantillas, pero en Europa la Juve, el Bayern, el
PSG y el City se perfilan como rivales muy mejorados y muy respetables. Como ManU o Chelsea, que al menos han quedado fuera de la Champions. A Gil Marín poco le ha importado lo que pida el Cholo o que sea muy probable que afrontemos dos ventanas sin fichar. Tenemos dos medios muy buenos pero ya mayores, otro joven, cedido, sin saber si tendrá minutos o no y dos delanteros, uno de ellos también en el ocaso de su carrera. La plantilla vuelve a ser corta y descompensada, eso de los dos jugadores por puesto es una engañifa más y ya veremos si la temporada que viene no es más que algo ilusorio. Y la capacidad de hacer milagros del Cholo no se puede estirar eternamente.
Al Atleti se le ve aún tocado
psicológicamente por el resultado de San Siro y quizás cargado por el esfuerzo
físico inicial al que el Profe somete al equipo. Y a Simeone, con su nuevo look
entre Ron Perlman y Tom Waits, se le nota algo cariacontecido. Miedo me da el
futuro pues después del Cholo no hay nada. Él es quien ha mantenido a las
figuras de la plantilla. Todos quieren estar a su lado. Que no les cuenten
milongas. Pero mientras tanto, hay que remontar el vuelo, hay que ilusionarse e
ilusionarle y Gil Marín no ha contribuido a ello en demasía.
Se aventura un año difícil, que podría
ser de transición deportiva sin muchas alharacas y que dará paso a una nueva
temporada en que todo apunta que no podremos fichar –quizás salvemos el mercado
invernal con otra cautelar- y que va a estar marcado por el traslado de nuestra
hinchada a la obra megalomaniaca e innecesaria de la Peineta. Una operación que
a la larga ya veremos lo que supone pero que, a corto plazo, implica una deuda
descomunal, dejando en evidencia lo falso de su planteamiento inicial.
Si no es la temporada que viene, pues
considero que las infraestructuras no estarán terminadas, será la siguiente y
si no la sucesiva. Llegará el momento en que las calles y avenidas aledañas al
Templo dejarán tristemente de ser afluentes del Manzanares, con sus riadas
bulliciosas y chisporroteantes de gentes impregnadas de un mismo sentimiento en
rojiblanco. Por mí, ya lo saben, cuanto más tarde mejor. Ojalá no lo vea nunca.
Lo que si parece claro es que, mientras no nos sonría la fortuna, la canción
triste de Gil Street seguirá marcando, machacona y sombría, el paso del devenir
de nuestro Club, su SAD.