martes, 22 de abril de 2014

QUE CUARENTA AÑOS SÍ ES “NADA”



Precisamente ha tenido que ser un porteño el que nos ha marcado el camino de vuelta a las rayas en gris y blanco por la tele, rojiblancas de ganchillo anudadas al cuello, al olor añejo que aún emana de una bota o un porrón , a la mano tensa y poderosa de papá o el abuelo evitando que me defenestrara de las aceras del Paseo de Yeserías en pos de un balón perdido. Al “muchachos jueguen como saben”, al líbero y al cobrador del Club que pasaba por tu casa a extenderte el cupón. Al látigo de Mr. Max.o a melenas oriundas al viento. Purolator en verde húmedo o gris ardiente. Patillas y zapatones. Extremeños que aún se tocan. Gloria Bendita.

Son tantos y tantos los recuerdos que súbitamente se agolpan en mi memoria, en mis sentidos, que deberán disculpar tal amalgama de emociones y sentimientos que, seguramente, muchos de ustedes compartirán, escucharán, olerán, saborearán y tocarán en este mismo momento, como lo hago yo. Ojos cerrados, faltaría más.

Pareciera que ese porteño al que hacíamos referencia al principio,  que no es otro que nuestro idolatrado Cholo, como muchos habrán intuido, se empeñase en hacer honor al tango de LePera inmortalizado por Gardel. Pero cuarenta años (ya sé que el tango habla de veinte pero estamos a lo que estamos, oigan)  han sido mucho. Más malo que bueno, por supuesto. Sin ir más lejos, arrastramos la lacra de haber pasado de ser Club a ser una mercantil por mor de un delito de apropiación indebida y con la perpetuación de un delincuente como dueño y señor del cortijo y, aunque nunca pueda apropiarse de un sentimiento, de una forma de ser y vivir, tantos años de estancamiento y pobreza marcan mucho, demasiado. Quizás ése sea el sentido del “nada”, que remarcara el crudo existencialismo de Laforet al retratar la España de la postguerra. Ése es, verdaderamente, el significado del “nada” del tango tras veinte años (ahora sí, más dos), de gilismo errático y totalitario: involución , miseria, saqueo, escasez.

Pero oigan, somos del Atleti. Y eso de por sí, aparte de un orgullo irrefrenable y pasional, es una suerte tremenda. Un eterno gozo en el alma, ya sea en colegio de curas o de laicos. Ya fuera en ambientes burgueses o arrabaleros, con dinero o sin dinero que viva mi Atleti de Madrí. Sí, hasta la canción de Sabina encierra verdades como puños, entre coplas, fandanguillos y tópicos falaces e infumables. Siendo del Atleti todo tiene razón de ser y si no nos gusta luchamos por cambiarlo. Así pasen otros... “nada”. Hemos vuelto. 

Escucho y leo  que Simeone tiene mucho mérito. Y lo comparto, cómo no hacerlo. Pero la mayoría desconocen en verdad ese valor, si no son del Atleti. Porque su mérito trasciende de lo puramente deportivo y se inmiscuye de forma solapada en lo institucional. Pero no saben ustedes, los que no respiran y transpiran en rojo y blanco, hasta qué punto se entromete en la zona otrora noble, aunque haya sido de forma accidental. Nosotros sí. Y no me pongo críptico. Que me compre quien me entienda, sea o no del Atleti. Y el mismo mérito y devoción merece la plantilla, esta vez sí, deportivamente hablando. Unos titanes. Pase lo que pase de aquí a un mes. 

Cierro otra vez los ojos. Y pienso en los cuarenta años del título. Rememoro Celtic Park, otra vez en grises. Tibias magulladas, extremos alopécicos rubios contra defensas melenudos morenos. Tres de los nuestros abandonando el pasto por orden de la justicia otomana. Sangre, sudor y risas brazos al viento, entre insultos de una afición predispuesta tras perder en el 67 una intercontinental ante el Racing Club de Panadero. La batalla de Glasgow fue la antesala de la final de Heysel, pasando por las puertas del Templo, no lo olvidemos, donde el Ateti dio buena cuenta de la horda escocesa. La primera en levantar una orejona desde Britannia. Un mérito inmenso que ha de repetirse esta noche, precisamente frente a los últimos británicos que han levantado esa Copa. Huele a noche triunfal, a épica y gloria. A ganar y ganar y volver a ganar. Con las sienes plateadas, febril la mirada y el alma aferrada a un dulce recuerdo.

Volver.

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