lunes, 8 de febrero de 2016

Cien



Buenas, permítan que me presente, me llamo Cien y sí, soy el número.Ustedes se preguntarán por qué salgo ahora a la palestra, a cuento de qué me animo a escribir estas letras, cuando yo soy claramente de ciencias y podría considerarse una petulancia.

Me van a perdonar que por un rato me erija en protagonista, porque no he sido yo quien ha reclamado notoriedad. Todavía me estoy preguntando quién fue el que tuvo la ocurrencia de asociar mi nombre hace unos meses al de un chaval rubio y pecoso al que muchos llaman “El Niño” y que, sin embargo, ha demostrado con creces ser un hombre cabal, respetado y admirado en todo el mundo. Supongo que serán las cosas del querer.

Porque precisamente es el cariño el que me ha traído hasta aquí. Y el orgullo. Ya me lo advirtió mi colega el Uno hace ya quince años, cuando en Albacete besó las mallas un balón tras remate suyo de cabeza. Toma nota Cien, me dijo, que este que ves de rojiblanco hoy me llama a mí, pero llegará el día en que a ti te invocarán miles de voces en un campo de fútbol y otros cientos de miles desde sus casas o las barras de los bares. Y qué razón tenía el Uno. Ese día llegó hace como quien dice un rato y fíjense, no teniendo mayor importancia la anécdota, porque para que nos vamos a engañar, da igual en este caso que me llamara a mí o a otro compañero, sin embargo nunca un humilde número suscitó tal muestra de amor, de pasión, de adhesión fraternal. Y eso le llena a uno de orgullo, oigan.

Fernando Torres , al que muchos otros números han acompañado (de récord de traspaso en Inglaterra, de ventas de camisetas o de goles que han valido campeonatos con la selección española desde que era un adolescente, por ejemplo), inquirió a los miles que le vitoreaban cuando regresó a casa de la mano de sus hijos: "Algún día me tenéis que contar que he hecho yo para que me tratéis así de bien. ¡Qué bonito es volver a mi casa!”

Y miren por donde la respuesta se la dieron esos miles y otros cuantos cientos de miles más, coreando mi nombre al cruzar de nuevo la línea de meta un balón, empujado por Fernando con la puntita del pie de todos ellos. Porque no me negarán que en ese hermoso estruendo lo que se gritó fue cieeeeen ¡

Llegará el momento en que, igual que has venido te irás. Con esa misma humildad. No sé si te retirarás aquí o simplemente cambiarás de aires, Espero que esta travesía en tu equipo de toda la vida te sea leve. Te estarán esperando, los medios rencorosos porque le negaste tres veces al equipo galáctico, los aficionados sin memoria, los de nuevo cuño que ignoran lo que tú le diste a este Club. Ya se ha podido comprobar. Pero no quiero salirme del guión y ya que preguntas lo que tú has hecho, te lo voy a decir.




Lo que tú has hecho, Fernando, es ser un hombre humilde, educado, agradecido, generoso y amante de los tuyos y lo normal es que los tuyos te devuelvan con creces todo lo que les has dado. No es necesario glosar tus hazañas como profesional, tus detalles como persona, sea con una afición entera o con aquél anciano venerable que te diera la vida futbolística tiempo ha. Ya lo están haciendo otros con justicia estos días. Pero nunca nadie se echó a las espaldas un equipo hundido, mediocre, desnortado por la mísera gestión deportiva de un dúo siniestro, cáncer del Atleti. Tú diste todo para mantenerlo en pié hasta que no pudiste más. Siempre habrá desagradecidos que te echarán en cara tu marcha olvidándose de lo que nos diste. Exigiéndote un sacrificio injusto e innecesario que ellos nunca podrían llegar a intentar por no dar la talla. Les falta tu generosidad.



Pero los números no tenemos tanta relevancia, de verdad y eso que mi bagaje es amplio y he prestado mi nombre a tantos, desde los pies de un insecto hasta a una franquicia de pequeños bocatas, pasando por los cañones por banda de un velero bergantín y muchos más. Aún así, por mucho que me llene de orgullo el acompañarte en esta efeméride, debes saber que no era necesario lo de llegar a cien, que era un invento de algunos para intrigar, para sembrar discordia, para intentar negarte el pan y la sal como ya hicieran con otras glorias rojiblancas a las que luego idolatraron cuando se fueron para no volver. Los atléticos, los que queremos para ti lo mismo que nos deseas tú a nosotros, no estábamos tan pendientes.

Sí, soy atlético, lo reconozco, el Cien se hizo del Atleti aquel 26 de abril de 2003, muy emocionado con el tratamiento que su hinchada dispensó a mi nombre, paseándome por todo Madrid entre cánticos enfervorizados de hermanos en una sola fe.


Pero insisto, no nos damos importancia y si hoy escribo esto es para ensalzar a quien sí lo merece. Pero hasta aquí, el nombre de Fernando Torres está muy por encima de los números. De hecho le acabo de decir al compañero que me sigue que no se ponga tan nervioso, que el próximo tanto tuyo lo cantarán otra vez cientos de miles de gargantas, pero en esta ocasión no se oirá su nombre, se escuchará gooool. Lo siento por él, porque tan solo ha dado título a una película de Walt Disney sobre unos perritos muy simpáticos y le hace mucha ilusión, pero la vida de los números a veces puede ser muy dura.

Por cierto, Cien victorias del Cholo Simeone con el Atleti, ¡casi nada ¡ Bueno bueno, que me enrollo otra vez, ya me retiro. Pero no sin antes desearle a la Cibeles Cien años de soledad, que para eso autoricé el uso de mi nombre a Don Gabriel en su día , de lo cual no puedo olvidarme y es mi mayor orgullo, pues no en vano es mi gran hazaña numerando.

Gracias Fernando, se dice que el Cien representa una cifra mágica, que alcanzarlo simboliza un nuevo principio. Ya has dado tanto al Atleti que no te es exigible nada más, ni siquiera era obligatorio que marcaras el gol Cien. Pero muchos números que van después de mí están deseando asociar su nombre al tuyo. Sobre todo el 28 de mayo en Milán. Ojala allí vuelva a tomar protagonismo mi viejo amigo el Uno, esta vez numerando a aquella que llaman “La Orejona” para nuestro Atleti.


Hasta Milán, pues, se despide orgulloso, emocionado y agradecido, este tu número por un día.

2 comentarios:

  1. Escribe usted poco, Don Jesús, pero cuando se pone ... Hay que ver qué gusto que nos da cuando usted se pone.

    Un abrazo, Señor.

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