Mucho se ha hablado de las recientes bodas de plata del funesto advenimiento de la familia Gil al Atlético de Madrid, allá por el 26 de junio de 1985, pero, realmente, cuando este nuestro equipo del alma dejó de ser Club (aunque mantenga aún hoy su apelativo como tal en la denominación social), para pasar a ser SAD, fue el
30 de junio de 1992, es decir, que el próximo sábado, se cumplirán veinte años de la vil efeméride (aunque suene incongruente el epíteto), de la fecha en que los atléticos perdimos la libertad para decidir el destino de nuestro Club.
No olvidemos que, hasta esa fecha, Gregorio Jesus Gil y Gil había accedido a la presidencia del Atlético de Madrid de modo democrático y a través de las urnas, del brazo de Paulo Futre, su estandarte triunfal, por más que a partir de ahí, su gestión del Club dejara mucho que desear en cuanto a transparencia, pluralismo y tolerancia y se convirtiera en el bastión de lo dictatorial, hortera y chabacano.
Pero para los adeptos del "haber puesto vosotros el dinero", que tanto se estila entre los que permanentemente denostan cualquier beligerancia contra el gilismo, por mucho que conozcan que la familia Gil robó el Club, por más que la mayoría quiera malvivir en un permanente síndrome de Estocolmo, es necesario hablar de los antecedentes, de los movimientos previos a ese aciago y fatídico 30 de junio de 1992.
El 12 de marzo de 1992, desde el Atlético de Madrid se publicaba una nota de prensa del siguiente tenor literal:
Transformación en Sociedad Anónima Deportiva. Club Atlético de Madrid
Domicilio: Paseo de la Virgen del Puerto, 67
Inscrito en el Registro de Asociaciones Deportivas con el n.º 632
C.I.F: G-28020683
Cumplimiento de la Ley del Deporte 10/1990 y Real Decreto 1084/91 sobre Sociedades Anónimas Deportivas
Capital Social mínimo determinado por la Comisión Mixta de
transformación de Clubes en Sociedades Anónimas Deportivas es de
2.060.309.000 pesetas.
Capital Social a suscribir: 2.062.384.000 pesetas
Número de Acciones que se emiten: 248.480 acciones
Valor Nominal de cada acción: 8.300 pesetas
Cada socio podrá adquirir en la primera fase hasta un máximo de DIEZ acciones cada uno.
Plazo suscripción: Primera fase: del 16 de marzo de 1992 al 15 de abril de 1992 (ambos inclusive)
Lugar de información y suscripción: Exclusivamente en las oficinas del
Club, Paseo de la Virgen del Puerto, n.º 67, Estadio Vicente Calderón,
entrada puerta 8.
Oficina de recaudación de capital. Días laborables, excepto sábados, de 10 a 14 horas y de 17 a 20,30 horas. Teléfono 266-47-07
Imprescindible para Suscripción presentación de documento acreditativo
de la personalidad y en su caso de la representación con la que actúa,
así como estar al corriente de pago de las cuotas que como socio del
Club viene obligado a satisfacer.
La suscripción se hará constar en
un documento denominado “Boletín de Suscripción” que se entregará
cumplimentado previo pago del importe de las acciones suscritas, pago
que legalmente se establece en dinero efectivo, o en su defecto, cheque
conformado por Banco.
En esa primera fase
únicamente se suscribieron 10.538 acciones, es decir, algo más del 4% del capital social a suscribir, recaudándose poco más de 87 millones de pesetas, por lo que faltaban casi 2000 millones de las antiguas.
Convendría profundizar en el motivo de la escasa reacción del socio atlético ante la petición de suscripción de acciones y para ello juegan diversos factores, aunque el principal fue la falta de confianza en Jesús Gil y Gil, que se había negado a convocar elecciones en 1991, a pesar de estra legalmente obligado, ante el temor de perder la presidencia y, lógicamente, porque etsaba dando forma a su perverso plan de apropiarse del Atlético de Madrid.
Una vez establecido en el trono atlético, Gil se encargó de disminuir el número de socios, a través de duplicar el precio de la cuota de socio, que se fijó en 60.000 pesteas. Consecuencia de tal maniobra, el Atleti se quedó tan sólo con 10.000 socios
Además, se encargó de incrementar la deuda del Club de manera alarmante en sus cuatro años de manadato, de manera que fue creando el caldo de cultivo ideal para generar un clima de desconfianza a la hora de invertir en un Club endeudado, en sólo diez días de plazo, sin posibilidad de buscar financiación y teniendo que pagar necesariamente en metálico o mediante cheque conformado.
Ante tal tesitura, el aficionado medio del Atleti o no invirtió o lo hizo por poco valor por falta de liquidez y el que tenía posibles, desconfiaba sobremanera de asociarse con Gil y Gil, dados los antecedentes. Los opositores, Mariano Campos y Manuel Herrero, ante la imposibilidad de garantizar la adquisición del 51 % de las acciones, tampoco dieron el paso adelante.
Finalmente, fueron un total de 3.124 seguidores rojiblancos los que se decidieron a
invertir en su equipo comprando acciones al precio establecido, porque ellos, a diferencia de Gil y Gil, sí desembolsaron el importe de sus títulos.
El 30 de Junio y 17 minutos antes de la medianoche en que cumplía el plazo para la transformación de los Clubs en SAD, con alevosía, premeditación y nocturnidad, Jesús Gil y Gil se hizo con el 94,5% del capital social sin ingresar un céntimo, a través de la aportación de unos pagarés que avalaban la operación y con los que se simuló la compra de las acciones del Club pero,
una vez las acciones estuvieron en su poder y el traspaso y titularidad
aceptados por el CSD (cómplice silencioso del delito), el dinero de dichos pagarés en lugar de ir a las
cuentas del Atlético de Madrid fue devuelto a sus prestamistas ( Dorna, Credit Lyonnais y Banco de Vitoria) por orden
de Gil y Gil y sin llegar a ser ingresado, con lo que el pago por la
titularidad del Club nunca se llevó a cabo.
No contento con lograr el 94,5% del Atlético (63% Gil, 31,5% Cerezo) por
cero pesetas, Gil y Gil ingresó en una cuenta suya, a través de su
empresa Promociones Futbolísticas, el importe del 5,5% restante del
capital que habían comprado los socios por 112 millones en lugar de ir a
parar a las cuentas del Atlético de Madrid.
El 1 de Julio de 1992 el club pasó a llamarse Club Atlético de Madrid
S.A.D., tras la conformación de la Sociedad Anónima Deportiva en la cual
Jesús Gil y Gil se convirtió en máximo accionista.
Lo demás, por conocido, no merece la pena reiterarlo aquí. Suficientemente explícita es la sentencia cuyo enlace les dejo
sentencia TS 4-6-2204.
Y las consecuencias de estos veinte años de nefanda gestión del Atlético de Madrid por parte de la familia Gil nos producen un tremendo pavor. El agujero negro dejado en el patrimonio del Club es de tamaña profundidad que el panorama se antoja desolador y el futuro cruel, máxime con la aplicación de la nueva normativa de control financiero en ciernes.
La justicia se ha pronunciado alarmantemente respecto de los tres pilares fundamentales que sustentan la ilegítima y devastadora gestión gilista:
- Fraude en las ampliaciones de capital de la SAD
- Ilegalidad en el Convenio Urbanístico que homologaba el Ámbito Mahou-Calderón, que soporta el traslado al nuevo estadio olímpico.
- Ilegalidad en el procedimiento de recalificación del suelo de Venta de la Rubia, donde está proyectada la ubicación de la futura Ciudad Deportiva del Club.
Las tres resoluciones judiciales que han puesto en entredicho esas operaciones se hayan pendientes de recurso, lo cual implica una dilación mínima de tres o cuatro años, de lo que se infiere que el panorama resulta especialmente desalentador, pues tiempo es lo que no sobra a la hora de afrontar las crecientes deudas de la SAD, que, no olvidemos, es la principal deudora de hacienda de toda España, en cuanto a entidades deportivas se refiere.
Y lo peor es que tanto la operación Calderón como la Ciudad Deportiva, llevan varios ejercicios figurando en los activos contables de la SAD, habiéndose percibido cantidades a crédito - que habrá que devolver y en realidad son pasivo-, por cuenta de dichos "activos virtuales", que no son más que meros futuribles que hoy por hoy se antojan de difícil transformación en realidad y cuyo coste, en cualquier caso, no puede soportarse por las raquíticas arcas atléticas, incapaces por otra parte de obtener la más mínima ayuda financiera, por mor del dudoso crédito de sus gestores, que son precisamente los que se han encargado de depauperar hasta límites insospechados dicha tesorería, al tiempo que engrosaba su patrimonio personal.
Como podrán ustedes comprobar, así las cosas, el inmortal tango de Carlos Gardel y Alfredo Le Pera, evocador de una nostalgia que le permite tener una vigencia sempiterna y que acuñó como dicho popular la frase que da título a este post, no se equivocaba, al menos en lo que respecta al Atleti, porque es tanta la grandeza de este Club, la magnitud de su historia y la majestad del sentimiento y pasión que arrastra por todo el mundo, que ni siquiera veinte años de oprobio, iniquidades y saqueo continuo y sistemático por parte de los que detentan ilegítimamente su propiedad, han podido con Él.
No obstante, aunque el cerco de la justicia y el fisco se va estrechando cada vez más contra esta mafia gilista, acorralada por las consecuencias de su espurio actuar, lo que se hace urgentemente necesario, lo que realmente nos colmaría de felicidad, es que fuera la afición, la más legitimada para ello, la que se encargara de suturar, de una vez por todas, una herida que de tanto llevar abierta está a punto de gangrenarse y cuando parte de un organismo se necrotiza, es necesario cortar desde lo sano, desde lo único freso, robusto, saludable que queda en este Club, que es el sentimiento y la pasión de su hinchada.
DILES QUE SE VAYAN.