Anoche precisamente me encontré a Dios en un
bar...dónde si no. Él no me dijo quién era, pero yo le reconocí al instante,
con ese triángulo refulgente encima de la cabeza y un enorme ojo en su
interior. No podía ser otro. Lo raro es que no portase túnica, sino unos
vaqueros descoloridos, una camisa blanca y un blazer. Muy moderno, la verdad,
pero claro, el áureo cartabón que tenía posado en la cabeza y que descubrí por
su reflejo en una botella de bourbon medio llena (por ser positivos de inicio)
le hacía inconfundible.
Me acerqué a él porque lo necesitaba, lo normal,
por otra parte. Si no hubiera sido así y a pesar de esa mezcla de sorpresa y
calma reconfortante que me produjo su presencia, le hubiera despachado con un
lacónico aunque respetuoso buenas noches. Pero se presentaban en breve ciertos
acontecimientos sobre los cuales debía conocer sus impresiones. Acodados en la
barra durante varias horas, hablamos amigablemente de lo divino y de lo humano,
me enteré de cosas que jamás revelaré como ustedes comprenderán.
Evidentemente, no pude por menos que preguntarle
por mi principal cuita durante hace días, la final de mañana, como si no
tuviera uno una serie de innumerables problemas que le acechan por doquier y
que nunca le acaban de abandonar, pero es que, uno, es del Atleti, oigan. Le
pregunté cuál era su voluntad al respecto, posiblemente para zanjar el
encuentro con un "hágase tu voluntad así en la tierra como en el
cielo", siempre y cuando su sagrado designio coincidiera con el que yo
quería, anhelaba, me moría por oir.
Su tono se volvió más áspero y serio, aunque no
alzó la voz en momento alguno y me preguntó ¿Qué más te da mi voluntad, acaso
haces tú algo para que se cumpla?...¿tengo algún tipo de control sobre ti o lo
que te rodea?...¿Te conformas cuando llueve durante todo ese fin de semana en
que tenías planeado salir a practicar tu afición favorita? ¿Por qué me pides
que te de salud si no contribuyes en nada para mantenerla?..Ese rapapolvo divino no me
vino nada bien, hasta el punto en que ya no quise saber su voluntad en
absoluto. Pensé por un momento en que el siguiente paso sería que desenvainara
su espada de fuego y me echara del paraíso, esto es del bar. Era el momento de hacer mutis por el foro y
despedirme del Señor amistosamente, a fin de que su previsible enfado no le
pasara factura a mi equipo del alma,
que mirándolo bien, vayan ustedes a saber si Dios no es vasco, como así al menos
ellos van aireando por ahí
Pedí la cuenta, la pagué para minimizar posibles
efectos no deseados y nos despedimos dándonos la mano. Camino de casa, ya de
madrugada, me miraba la mano que había estrechado Dios y me percaté en ese
momento de que tenía una especie de mancha en la palma, que nunca antes había
visto y que, por momentos iba adoptando unas formas que me resultaron jubilosamente reconocibles. Alcé la vista al cielo reconfortado, felicitándome por la vivificante
experiencia. Estaba justo en el portal de casa, subí y me acosté con la típica
sonrisa tontorrona en la cara.
Cuando desperté por la mañana, no quedaba rastro
de la marca. De hecho mi mujer me dijo que a las doce me había quedado frito en
el sofá, por lo que era fácil deducir que todo había sido un sueño, dado que a
mi santa el detalle de haber regresado de madrugada, no se le hubiera escapado
ni bajo los efectos de cualquier sustancia que ustedes puedan imaginar. Lamentablemente, no me
había encontrado a Dios en ningún bar. Pero tengo un ligero comezón en la palma
de la mano derecha que no se me quita, oigan, no se me acaba de quitar. Y me encanta.
AÚPA ATLETI !!!!